(Caracas, 3 de octubre de 2025).- La ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez Ramírez, ofreció una ponencia dirigida a la comunidad de la salud, en la que destacó cómo el rescate de semillas ancestrales y la biotecnología aplicada transforman la soberanía alimentaria y la salud nutricional del país.
La presentación, que inició con la premisa de que «somos lo que comemos» y la necesidad de la reeducación nutricional desde el hogar y la escuela, demostró cómo la ciencia, articulada con el poder campesino, ha superado las deficiencias causadas por modelos agrícolas foráneos.
La ministra y vicepresidenta sectorial para Ciencia, Tecnología, Ecosocialismo y Salud ofreció la conferencia en la sede del Instituto Nacional de Nutrición, ubicada en Caracas, como parte del IV Foro Cultura Alimentaria y Nutricional para la Paz.
La respuesta científica al desplazamiento genético
La ministra Gabriela Jiménez enfatizó que Venezuela, como parte de América, centro de origen del maíz y la papa, sufrió una profunda erosión genética debido a la importación de semillas y paquetes tecnológicos.
«Las semillas que venían de Canadá desplazaron las semillas originarias del pueblo andino y, peor aún, introdujeron plagas que no teníamos», señaló. Esta «Revolución Verde» no solo afectó la diversidad biológica, sino que el uso de agroquímicos ha generado un impacto directo en la salud humana, asociado a problemas como psicosis, ansiedad y depresión.
Comentó que con el rescate de las semillas de papa andina, los productores han logrado aumentar el rendimiento que ofrecían las semillas importadas, pasando de 18 toneladas/hectárea a más del doble. En este sentido, destacó la construcción del laboratorio de biotecnología más moderno de Venezuela, ubicado en Los Andes, dedicado al rescate, reproducción y retorno de material genético al campo.
La ministra reveló que la imposición de Medidas Coercitivas Unilaterales impulsó la urgencia de la autosuficiencia: «No había semilla, no había tractor, no había agroquímicos (…) hicimos ciencia y trajimos la semilla de papa de Los Andes, a diferentes estados del país.
La revolución de la microbiota y el poder campesino
Un pilar fundamental del proyecto es el enfoque en la salud del suelo y la microbiota. Los científicos y campesinos están trabajando en la caracterización y el enriquecimiento de los microorganismos del suelo para asegurar la calidad del alimento.
«Mientras más diverso esté el suelo, mayor oportunidad tendremos de producir», explicó la ministra Gabriela Jiménez Ramírez, al ilustrar que el maíz tratado con agroquímicos se torna rojo, mientras que el tratado con la microbiota del suelo es verde, un indicador directo de calidad nutricional y salud.
El esfuerzo es liderado por 5.300 familias campesinas, donde las mujeres son reconocidas como las mayores productoras, que han participado en 13 mil talleres de formación en 10 años, consolidando un modelo de ciencia para el pueblo.
Logros en rubros estratégicos
El rescate no se limita a la papa. La iniciativa abarca más de 428 rubros alimentarios y ha logrado avances significativos en otros cultivos clave:
-Cacao de Premios Mundiales: A pesar de los desafíos climáticos, el cacao venezolano se ha adaptado. El trabajo de rescate y la tecnología han permitido ganar premios mundiales como el mejor chocolate de barra en Francia. Hoy, el cacao de 70-80% se usa incluso en fórmulas para deportistas por sus propiedades nutricionales.
-Fin de los Cultivos Huérfanos: Rubros como el ocumo y el ñame, antes mal llamados cultivos huérfanos, han sido revalorizados y están siendo masivamente propagados en el laboratorio para ser reincorporados a las parcelas y a la dieta nacional.
El material genético rescatado es considerado un patrimonio libre y colectivo. Las semillas no se comercializan y, por decisión de las familias campesinas, se comparten e intercambian en redes.
«Estamos restaurando nuestra relación con la biodiversidad. El desafío es convertir esto en una economía local que contribuya a la alimentación y la economía de la Patria», concluyó.
Mincyt/Prensa


