Los trastornos mentales como la ansiedad o la depresión son cada vez más frecuentes en la sociedad, especialmente entre los jóvenes. La pandemia del Covid-19 agravó esta situación, pero no es la única causa, la alimentación también juega un papel clave en el desarrollo de estas patologías.
Un artículo publicado en The Conversation, basado en numerosos estudios científicos, explica cómo la dieta puede afectar al estado de ánimo y el riesgo de padecer estos trastornos mentales.
Según Edwin Fernández Cruz, autor del texto y director académico de Máster en Nutrición de Precisión y Epidemiología Nutricional Universidad Internacional de La Rioja, en España, la clave está en la microbiota intestinal, el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro sistema digestivo y que participan en múltiples procesos fisiológicos.
“Los microorganismos que habitan nuestro sistema digestivo se distribuyen en filos, que a su vez se componen de diversos géneros. Los filos más abundantes son Firmicutes y Bacteroidetes, pero hay otros importantes como Actinobacterias, Fusobacterias, Proteobacterias y Verrucomicrobia. Dentro de los numerosos géneros, el más conocido es el Bifidobacterium”, reseña el texto.
Asimismo, explica que la microbiota debería disfrutar de una proporción equilibrada de filos y géneros, lo que se conoce como eubiosis, un término que se utiliza cuando la microbiota está normal o en equilibrio. Sin embargo, cuando se rompe la armonía, aparece el efecto contrario: la disbiosis, relacionada con la depresión, la ansiedad y con un buen número de patologías crónicas
En ese sentido, el artículo señala que existe una comunicación directa entre intestino y cerebro; por ende, los cambios en la composición y diversidad de la microbiota pueden alterar la actividad de los neurotransmisores, las sustancias químicas que regulan el humor, el sueño, el apetito y el estrés.
Destaca que una dieta rica en productos ultraprocesados, que contienen aditivos, azúcares, grasas y sal, puede provocar esta disbiosis.
Por lo tanto, recomienda seguir una alimentación variada y equilibrada, que incluya alimentos de origen vegetal, fermentados y probióticos, que favorecen el crecimiento de bacterias beneficiosas para la salud.
También sugiere evitar el uso excesivo de antibióticos y antisépticos; así como practicar ejercicio físico para mejorar la circulación sanguínea y la oxigenación del cerebro.
Agencias internacionales.