Por: Gabriela Jiménez Ramírez
(Caracas, 5 de octubre de 2025).- El sistema educativo contemporáneo, en gran parte del mundo, continúa respondiendo a lógicas y estructuras propias de los siglos XIX y XX: fragmentación del conocimiento, memorización mecánica, estandarización de saberes y jerarquización de disciplinas.
Esta arquitectura obsoleta está desconectada de los desafíos actuales y también incapacita a las nuevas generaciones para comprender y actuar en un mundo caracterizado por su creciente complejidad, incertidumbre y crisis globales interconectadas.
En este contexto, el pensamiento de Edgar Morin, un destacado filósofo y sociólogo francés, en los siete saberes necesarios para la educación del futuro, presenta una propuesta profunda de transformación.
En este texto, publicado en su portal web, Morin propone una reconfiguración epistemológica y ética de la educación, para que esta sea capaz de formar sujetos íntegros, lúcidos, solidarios y conscientes de su pertenencia a una comunidad planetaria.
En su primer capítulo, Morin menciona «las cegueras del conocimiento», donde aborda la necesidad de reconocer las limitaciones del conocimiento humano, enfatizando que la educación debe incluir el estudio de las características y procesos para preparar a los estudiantes ante los riesgos de error e ilusión.
El segundo capítulo, Los principios de un conocimiento pertinente, destaca la importancia de un conocimiento pertinente que conecte saberes parciales y locales con problemas globales, promoviendo una comprensión contextualizada de la realidad.
«Es necesario enseñar los métodos que permiten aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo», afirma el psicólogo francés.
El tercer capítulo se centra en la enseñanza de la condición humana, abogando por una educación que integre las diversas dimensiones del ser humano, desde lo físico hasta lo cultural. En el cuarto capítulo, se plantea la necesidad de enseñar sobre la identidad terrenal, reconociendo la interdependencia global y la historia de la humanidad en un contexto global.
En su quinto capítulo, Edgar Morin trata sobre la incertidumbre, sugiriendo que la educación debe preparar a los estudiantes para enfrentar lo inesperado y desarrollar estrategias para navegar en un mundo incierto, mientras que enfatiza la importancia de la comprensión mutua como medio para mejorar las relaciones humanas y abordar problemas como el racismo y la xenofobia, en su sexto saber del conocimiento.
«El planeta necesita comprensiones mutuas en todos los sentidos. Teniendo en cuenta la importancia de la educación para la comprensión en todos los niveles educativos y en todas las edades, el desarrollo de la comprensión necesita una reforma de las mentalidades», puntualiza.
Finalmente, el séptimo capítulo propone una ética del género humano que contemple la relación entre individuo, sociedad y especie, promoviendo una ciudadanía global y una conciencia de pertenencia a la comunidad planetaria.
Esta reflexión nos trae la siguiente interrogativa ¿estamos dispuestos a asumir el desafío de la reconfiguración educativa? En estos tiempos, hay algo claro los modelos educativos tradicionales ya son insuficientes. El llamado es a abrir espacio para una educación transformadora, capaz de formar sujetos críticos, solidarios y conscientes de su rol en el nuevo mundo; sujetos solidarios, patriotas y honestos.
Desde Venezuela, abogamos por la construcción de un sistema educativo, que también sea amoroso, respetuoso y ecológico.